De lo que nadie habla, ni siquiera en donde lo padecen, que es en la mal llamada España vaciada y más bien abandonada, es de que sus censos de votantes están bajando a velocidades vertiginosas. Es decir, que cada año que pasa hay menos población, menos vida, menos futuro y, lo que es evidente, menos interés de la clase política por cambiar el rumbo a esa tendencia.
En poco más de dos años y medio desde las anteriores elecciones en 2019, el número de habitantes censados para votar el 13 de febrero ha descendido cerca del 4 por ciento. Es decir, el pasado domingo había unas 1.300 personas menos para votar en la comarca de Benavente, ya que en las elecciones de 2019 la cifra de electores fue de 30.500 y en estas últimas apenas se superaron los 29.000.
Y todo pese a los prometedores mensajes de los líderes políticos que han sembrado de lapidarias frases cada uno de los rincones de la geografía regional rural durante estos días de campaña. “Apostamos por la España vaciada”, “Haremos todo lo posible por recuperar la vida del medio rural”, “Apoyaremos la agricultura y la ganadería como base de crecimiento en los pueblos”, fueron algunas de las frases de los candidatos para hacerse con los escasos votos que van quedando por la Castilla y León rural. También se vienen oyendo desde hace años en anteriores campañas, pero la realidad dice lo contrario cuando de plebiscito en plebiscito vemos descender en porcentajes preocupantes la cifra de ciudadanos con derecho a voto en cada localidad. Eso sí, los que quedan siguen acudiendo a las urnas, convencidos, ilusionados o, quizás, engañados, de que algún día cambiará el destino de esta cruda realidad.
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