Hacia los Reinos de Taifas

08 Mayo 2021

La descentralización del poder en pequeños reinos comandados por las familias nobles de la dinastía árabe fue el punto de partida de la caída del imperio musulmán, sustentado en el califato de Córdoba, ante las tropas cristianas. Hoy todos los periódicos ponen de manifiesto en sus portadas el desdén territorial y la diferencia entre españoles que nos deja este estado de las autonomías.

El País titula que “El fin de la alarma choca con decisiones judiciales dispares”; ABC: “El caos que se avecina: toque de queda en Baleares y sin aval judicial en el País Vasco”; El Mundo: “Los tribunales se dividen por el toque de queda ante la desidia de Sánchez” ; La Razón:“Hacia el caos”. Y así sucesivamente. No es que no se ponen de acuerdo los políticos; ahora ya ni la justicia. Estamos viendo cómo España sucumbe a la división en reinos de sus comunidades autónomas, una situación que hemos visto crecer aún más en estos meses de pandemia.

Luchas internas

Continuamente asistimos a pulsos de poder entre mandatarios regionales con el gobierno central, a cuenta de las restricciones que se imponen en los diferentes territorios, como si cada uno de ellos fuesen países distintos separados por fronteras físicas y jurídicas. Desafíos judiciales, insurrecciones al poder central, insultos continuos de dirigentes políticos al artículo 1.3 de la Constitución que nos une y a nuestra forma de monarquía parlamentaria. En definitiva, estamos viendo constantemente cómo el hijo se rebela contra el padre cada vez que se adopta una decisión. Y es que el padre ha perdido autoridad y eso es un mal presagio para el mantenimiento de la unidad familiar/nacional.
Sentaron precedente, viendo la debilidad de papá Estado, los separatistas catalanes y con esa filosofía les están imitando poco a poco los demás políticos regionales.

Macroestructuras

Las macroestructuras gubernativas, económicas y los aparatos de poder que se han creado en cada comunidad autónoma, han dado alas al individualismo territorial, al egocentrismo político, en la mayoría de los casos, y en, algunos bien conocidos, al supremacismo nacionalista. Y todo ello, alimentado por ese vulgar sentimiento provinciano y palurdo del que han hecho gala en muchas ocasiones los propios líderes políticos de cada tierra para crear su propio fuero y feudo en el único lugar en el que pueden sentirse eso, líderes, es decir, reyezuelos de sus propios reinos (de taifas), que es en lo que están tratando de convertir España. Véase la historia de la familia Pujol.

Pero mientras los hijos crecen y se rebelan, el padre se acompleja y cede a las presiones, que en la mayoría de los casos suelen ser más mediáticas que otra cosa. Al final no le quedará al sistema otra que jugar la última carta, recurrir a los tribunales, que, de momento, será la única zona franca de libertad e igualdad que nos queda a los ciudadanos para creernos que seguimos viviendo en una democracia. O, al menos, hasta ahora, porque esto no va a parar aquí, de seguir así las cosas. Desgraciadamente nos queda mucho por ver.


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